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IZQUIERDA UNIDA DE CUENCA |
Han
pasado quince años. Aquí estamos, con la misma voluntad rebelde que nos ha
acompañado desde aquella primavera de 1986, cuando supimos que la izquierda
del siglo XXI iba a vestir los colores de la pluralidad. Nacimos al calor de
una España que reclamaba la paz y la dignidad, en un país que movilizaba su
esfuerzo para no aceptar imposiciones de los poderosos. Fue el encuentro de
diferentes tradiciones culturales y políticas, de diferentes experiencias de
movilización social y actuación institucional en nombre de una misma idea:
se puede alcanzar un mundo más justo y más libre.
No
hemos perdido nada de aquella ilusión por construir junto a otros y otras una
vida mejor, nacida de la esperanza de la transformación y alejada de
fatalismos que actúan como frenos en las ganas de cambiar. No todo lo que nos
ha pasado en estos años ha sido bueno. Pero hemos aprendido de los errores y,
una vez más, hacemos valer un anhelo al que no quebrantan los reveses del
poder pues seguimos teniendo la fuerza de quien hace lo que debe. Con ese
optimismo miramos en Izquierda Unida hacia adelante y sabemos que podemos
hacer de los sufrimientos anhelos de cambio y de la resignación rebeldía.
Mucho
ha cambiado el mundo desde que nacimos, y el horizonte del siglo XXI se empeña
en no parecer amable. Hoy compartimos con muchos los desafíos de esta época,
la incertidumbre de un mundo vertiginoso, el pregón interminable de los que
nos dicen que sólo hay una forma de entender las cosas. Nuestra voluntad
rebelde nos hace saber que sí hay otros caminos, que el futuro no está
escrito y que está en nuestras manos proponer el abrigo que cuide de nuestros
sueños. Esa izquierda que aún tiene esperanza se llama Izquierda Unida. Y
quince años, es verdad, no son nada cuando se está labrando la esperanza
como proyecto.
Seguimos
ofreciendo, con la misma ilusión que tuvimos cuando vimos la luz, una
voluntad orientada por las luchas de transformación y emancipación. Es así
como sabemos que todavía habitamos en la izquierda. Nuestra voluntad de
futuro nos exige, sin complacencias, lucidez para identificar las
transformaciones, generosidad para atrevernos a enfrentar los nuevos tiempos,
un pleno convencimiento de la obligación emancipadora de una izquierda que no
quiere ser una simple gestora del sistema capitalista.
Pero
el tiempo no ha pasado en vano. Hay un nuevo momento y lugar para la izquierda
transformadora. Seguimos en lo mejor de la tradición que representamos, pero
también sentimos y sabemos nuestras las nuevas miradas, los nuevos
desarrollos, las nuevas inquietudes, los nuevos modos, la renovación en un
siglo XXI que empieza. Tan indudable como la necesidad de situar claramente
nuestro horizonte en el socialismo es saber que los senderos que nos conducen
a él reclaman compañía, el apoyo de muchas ciudadanas y ciudadanos; y también
la sensación de estar caminando, paso a paso, sobre el suelo.
Tenemos
razones para sentirnos esperanzados. Las certezas del pensamiento único están
resquebrajándose y muestran brechas por donde penetra la disidencia. Ya
sabemos que la globalización neoliberal y sus consecuencias no son un destino
obligado. Nuestra insumisión alcanza a ese modelo y reclamamos en voz alta
otra globalización hecha por los pueblos y para los pueblos. La dignidad de
las gentes y sus derechos se dejan de nuevo oír allí donde antes sólo se oía
el tintinear del dinero y del poder internacional. En muchos lugares la
conciencia crítica ha crecido y las gentes reclaman dejar de ser
espectadores. Las falsas certezas de un único pensamiento que no se atreve ni
siquiera a pensarse a sí mismo no sostienen más la atrocidad del
neoliberalismo. No es verdad que todos ganemos con esta globalización. Y la
perplejidad está dejando el paso al rechazo: no somos mercancías y no
queremos serlo.
El
proyecto de Izquierda Unida que hemos alumbrado en la VI Asamblea quiere dar
respuesta a los urgentes desafíos de la nueva era. Somos la fuerza política
que la ciudadanía del siglo XXI necesita: un movimiento político y social
que une esfuerzos, un movimiento terrenal y por eso utópico, lúcido y por
tanto transformador, sensato y por eso atrevido, inteligente y, de ahí,
alegre y esperanzado. Una fuerza política que recupere la ilusión de
millones de españoles que no confían en formas caducas e insolidarias de
entender lo colectivo. Que no confían en una derecha que espera siempre
agazapada para mostrar su talante más autoritario. Pero tampoco en una
izquierda asustada que ya no se atreve a hacer valer la tradición de lucha
obrera y ciudadana, una izquierda que busca vías a su derecha y que ha dejado
en el arcón el recuerdo la conciencia de que fueron esas luchas las que
hicieron de nuestro país un Estado social democrático y de derecho. Nosotros
no olvidamos que las luchas de hoy son los derechos de mañana.
Somos
una fuerza política que quiere y necesita unirse a los espacios de la
emancipación, que quiere estar con todos aquellos que quieren construir una
alternativa creíble a este sistema. Siempre con otros y otras, a su lado,
junto a sus luchas y preocupaciones, construiremos ese espíritu rebelde que
nos identifica. Nuestra credibilidad va tejiendo la transformación en las
grandes y en las pequeñas ocasiones. Somos esperanza porque somos una
referencia común, unidos por lo que nos une y nos separa. Sólo así sabremos
hacer de las islas de la izquierda un archipiélago de solidaridad y
transformación.
Son
muchos los problemas y el tiempo nos pide no dormirnos en la complacencia. Aun
no ha aparecido la palabra crisis y ya hay decenas de miles de despedidos. Y
no podemos olvidar que nuestro mercado de trabajo es extremadamente precario y
nuestros trabajadores y nuestra sociedad extremadamente vulnerable. Cada día
mueren en nuestro país cuatro trabajadores en accidentes laborales. Es un
drama que se quiere negar y se oculta en los medios de comunicación de la
frivolidad y el enmascaramiento.
En
Izquierda Unida hemos sido y somos mujer y esa incorporación aún no
plenamente realizada es una de las palancas principales de nuestra esperanza.
El planeta se deteriora y los poderosos lo maltratan con una falta de respeto
que sólo puede tener el que hace de sus intereses los únicos intereses.
Los
Estados Unidos gritan al mundo su desprecio por el cambio climático y
Europa no se atreve a devolver el grito a los poderosos. Izquierda
Unida no va a retroceder un paso en su defensa de la bandera verde. Si el
siglo XX fue el de la dignidad del mundo del trabajo, el siglo XXI debe
incorporar la dignidad de un medio ambiente mercantilizado y herido. Nuestra
Izquierda Unida es verde y el verde también hace a nuestros colores un crisol
de esperanza.
Queremos
ser la expresión política de un tejido amplio y plural de organizaciones y
personas activas en la vocación de alcanzar un horizonte de transformación
social. Queremos ser el precipitado de esa energía rebelde y pacífica que en
nuestra sociedad se expresa de maneras tan diferentes.
Somos
conscientes de que aún tenemos mucho que aprender y mucho que cambiar.
Vuestra presencia y vuestra exigencia son el motor de nuestra transformación.
La izquierda del siglo XXI se está constituyendo. Izquierda Unida, que mira
hacia delante, declara su carácter de izquierda constituyente, de izquierda
haciéndose, y reafirma su impulso de reconstrucción que mira al milenio que
empieza. La rebeldía la seguimos activando hoy, la alternativa que necesita
España y Europa la estamos construyendo entre todos cada día. Así nació
Izquierda Unida hace quince años. En ese anhelo transformador seguimos
encontrándonos con todas y todos aquellos que saben que ese futuro rojo,
verde y violeta requiere lo mejor de nuestras esperanzas.
Madrid
27 de abril de 2001