IZQUIERDA UNIDA DE CASTILLA LA MANCHA |
ARTÍCULO
DE OPINIÓN BASORA Mar
Molina* A
mi amigo Jesús, por nuestros vértigos Basora es una provincia de Iraq, una de las más castigadas por la guerra y por las incursiones de los aviones estadounidenses y británicos que regularmente bombardean la ciudad. Basora
está dentro de la zona de exclusión aérea, pero esto no es un obstáculo
para quien quiere acabar con la supervivencia del pueblo iraquí al
embargo. En todas estas incursiones (unas 200.000 violaciones del
espacio aéreo iraquí) ya han muerto más de 1.000 civiles y han
resultado heridas alrededor de 1.300 personas. Cuando
llegamos a Basora, una ciudad fronteriza y que fue de las más prósperas
de Iraq, tuve la sensación de estar en un lugar que acababa de salir de
una guerra. En Bagdad, la actividad y las numerosas personas que
deambulaban por las calles, ocultaban de algún modo la decadencia por
el embargo y el abandono de algunos edificios desde la Guerra del Golfo;
pero en Basora esto se hacia más patente. Y aunque las partes de la
ciudad menos castigadas se conservaban mejor, había lugares que parecían
supervivientes de una gran devastación. Nos
alojamos en el Sheraton, un hotel de lujo que también era víctima del
declive producido por el embargo. Esto se notaba sobre todo en los
cuartos de aseo y en el mobiliario. La terraza del hotel se alzaba sobre
el Chat-el-Arab (así es
como se llama la confluencia del Tigris y el Éufrates en Basora) y
sobre el río se extendía un puente de esos flotantes que tiende el
ejercito a base de planchas de hierro y cadenas. Cada vez que algún vehículo
lo cruzaba, el roce de la planchas producía un chirrido exasperante. Basora
no era Bagdad, no sólo por su aspecto general, sino porque en Basora
mucha gente iba armada y eso te daba una perspectiva sobre la situación
que allí se vivía. Las medidas de seguridad eran extremas, debido a
las incursiones de las guerrillas iraníes y a los frecuentes bombardeos
de los aviones. En
la Facultad de Medicina de Basora supimos que la muerte y la aniquilación
del pueblo iraquí tenía caras. Caras de niños con malformaciones,
caras de mujeres y hombres sacudidos por terribles tumores a causa de la
contaminación por uranio empobrecido, caras de mujeres embarazadas
llenas de miedo y desolación. Cada diapositiva asestaba un mazazo sobre
mi ya extenuada, maltrecha y herida sensibilidad. El
miedo tiene muchos rostros, los rostros de las personas que lo sufren y
que les habita como una amenaza continua y siniestra. Vistamos
uno de los barrios de Basora más castigados por la guerra y los
intimidatorios bombardeos imperialistas. Cuando bajamos del autobús nos
dispusimos a recorrer los trescientos metros de la calle principal, tal
vez no me crean si les digo que necesitamos más de veinte minutos para
llegar al otro lado. Todos salieron de sus casas a recibirnos...
hombres, mujeres y niños. Tres jóvenes pertrechados con una trompeta y
dos tambores ponían el fondo musical, mientras otros nos obsequiaban
con una especie de danza de bienvenida. Bien se que todas las bombas del
mundo no podrán doblegar nunca la voluntad de un pueblo que derrocha
tantas ganas de vivir y que me regaló veinte de los más intensos y
hermosos minutos de mi vida. Mientras
los hombres nos tendían la mano, las mujeres jaleaban desde los quicios
de las puertas. Los niños se agolpaban delante de las cámaras de fotos
porque querían ser inmortalizados o, tal vez, inmortales. Toda una
suerte de chiquillos desplegando sus brazos para ser los elegidos de un
efímero momento de gloria. Eran
sus rostros espejos de la alegría, aquel día rompimos la vigilancia de
los cielos, surcados otras veces por los pájaros
de muerte. La soledad de los meses anteriores se quedó atrás,
porque aquel día no estaban solos y había algo que celebrar. Siendo
que en Basora poder ver anochecer es algo ya digno de celebrar. El mundo
aquel día fue un pañuelo, un lugar de vecindades entre pueblos. Cuánta
emoción no se derrocharía en aquellos breves minutos, cuánta
amabilidad... cuánto le debo a aquella calle. Fue
allí donde por primera vez vi las huellas de los impactos de la
metralla sobre los niños y los jóvenes, feas cicatrices que
desdibujaban sus cuerpos. Al
final de la calle se concentraba un río de inmundicias, los constantes
bombardeos habían destrozado todo el sistema de alcantarillado. Las
aguas fecales se mezclaban con el agua de lluvia que el cielo había
derramado por la noche. Toda la calle estaba anegada, las gentes del
barrio habían colocado unas piedras, sobre las que se deslizaban con
habilidades de funambulistas, para poder vadear aquella ciénaga. Mientras
estábamos en éstas, un compañero se preguntaba y nos preguntaba: “¿de
qué forma podríamos devolverle a estas gentes todo este torrente de
generosidad?” Aunque, en realidad, era como preguntar, ¿cómo
podríamos devolverles la alegría? Esa alegría secuestrada y
torturada. Siento
que cada palabra que escribo es como un grano de arena, que unas veces
cae en el desierto y otras sobre los corazones de las gentes. Si así
pudiera devolver la generosidad que recibí no es poco, aunque nunca será
suficiente. Hacía
tiempo que no hablaba con mi amigo Jesús y el otro día me explicaba
que hoy “no se puede mirar en
ninguna dirección sin sentir vértigo”. Me daba aliento
cuando me decía que “a la gente
le importa lo que pasa en Iraq”. Cuando entendí el vértigo
al que se refería, una nausea global me sacudió el cuerpo. Me dio por
mirar al cielo de Toledo que estaba encapotado y plomizo, y no se me
ocurrió otra cosa que hablarle del Greco. Nos sentamos en una alfombra
sobre la que el sol proyectaba un arco iris y nos dejamos llevar por la
brisa. Si
hoy fuese el último día de mi vida y se me concediera el primer deseo,
me gustaría que en mi próxima existencia abundasen las sonrisas de los
niños, que la ternura de las mujeres se hiciera visible, que la
generosidad de los hombres fuese ilimitada... y que todo esto fuera
suficiente para darle una oportunidad a la paz. Toledo,
a 28 de agosto de 2001 *Responsable
de Comunicación de IU de Castilla La Mancha. (Viajó a Iraq en los días
del 2 al 12 de enero del 2002 con la IV Delegación Española contra el
Embargo de Iraq) |